Bruce Nauman, Indiana,1941.



sábado, 15 de agosto de 2009

BILL VIOLA / dos entrevistas, fragmentos

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El Videoarte surgido en EE.UU en los años sesenta dentro de la corriente   conceptual está  relacionado con las performances y el minimalismo. Uno de los artistas pioneros de esta modalidad  en soporte vídeo es Bill Viola, Nueva York, 1951.
Estudió arte en la Universidad de Siracusa,centro que en esos años estaba a la vanguardia de los nuevos medios de expresión.En vídeo-instalaciones plasma representaciones oníricas y temas trascendentes y llenos de misterio como el nacimiento o la muerte y explora en ellos a través de la imagen en movimiento las sensaciones,percepciones y emociones que provocan. Con frecuencia construye imágenes que recuerdan las del arte religioso de la Edad Media y el Renacimiento.
El tratamiento poético de los temas, la pluralidad de significados de los mismos y la excelente calidad tecnológica de imagen y sonido crean, en la oscuridad de la sala, un universo  intenso capaz de producir emociones y sentimientos que permanecen.Viola ha realizado vídeo- instalaciones espectaculares como Avanzando cada día,(2002) creada para el Museo Guggenheim : un ciclo formado de cinco episodios de imágenes digitales que se proyectan simultáneamente en la sala, creando una experiencia  poderosa e inquietante que "zarandea" al espectador y tal vez le modifique...



En estas  entrevistas, una en El País, 26/06/2009 y la otra en El Períodico,30/6/200, Bill Viola aproxima una de las manifestaciones menos divulgadas del arte contemporáneo y habla del proceso creativo en general y del arte como ayuda para entender lo que se llama "realidad".


I. El País 26/06/2009, J.M. Martí Font:

[...]Pregunta Usted se mueve entre muchas líneas: entre el arte, la antropología, la mística, la filosofía, la religión...

Respuesta. Espiritualidad, tal vez. Cuando oigo la palabra religión pienso en una institución política. No me interesa la religión. Entiendo la espiritualidad como el camino para salir de uno mismo. Me gusta la explicación sufí que compara al hombre con un pájaro que ha aprendido a volar con la jaula puesta. No podemos salir de la jaula, estamos atrapados en nuestro cuerpo. Así que, si quieres volar, mejor aprendes a hacerlo con esta cosa alrededor tuyo. Uno intenta siempre salir de la caja, y esto es lo que básicamente es el arte.

P. ¿Trascendencia? ¿Ha tenido experiencias con drogas alucinógenas, con rituales chamánicos, con esos atajos que tanto definen a su generación?

R. Sí, cuando era joven tuve experiencias con drogas, y sí, es exactamente esto, un camino artificial para cambiar la consciencia. Los seres humanos siempre han buscado maneras de trascender a sí mismos; con hierbas y drogas o también con técnicas como no dormir durante tres días. Todas las culturas del mundo han desarrollado este tipo de técnicas. Desgraciadamente, hoy en día se utiliza como un sistema de tortura. Lo que mi país hizo a la gente de la prisión de Abu Ghraib en Irak, aislándolos, manteniéndoles despiertos durante días seguidos, son las mismas técnicas que hoy en día se pueden encontrar en Nepal o en Tíbet, donde monjes se meten en pequeñas cuevas mirando hacia dentro durante seis días y sólo salen a ver la luz el séptimo, tratando de concentrar su mente. Las torturas inventadas por la CIA son idénticas a las prácticas de los maestros budistas que buscan el conocimiento; en un caso llevan a la iluminación, en otro al odio. Los artistas también tenemos nuestros caminos para llegar a donde queremos ir. Todos queremos ser los mejores, hacer la pieza que va a dejar a todo el mundo impresionado, y justamente lo que debemos hacer es echar afuera a este tipo presuntuoso que llevamos dentro. Hay que desprenderse del ego. Porque hoy en día lo que más hay es ego-arte o arte-económico, que consiste en adivinar lo que el mercado quiere y dárselo.

P. ¿Cómo produce su trabajo? Últimamente no pocos artistas han cruzado la línea para hacer directamente cine.

R. La secuencia de producción, en mi caso, fue muy especial. Al principio tenía que estar solo y usaba métodos caseros. Pero llega un momento en el que se alcanzan determinadas fronteras. Uno de esos momentos me sucedió en 1988. Tenía una beca para hacer un trabajo en el desierto. Iba a ser la obra de mi vida (¡tachán!). En cinco o seis meses grabé 180 cintas de vídeo, y me bloqueé, no podía pensar en nada. Perdí la inspiración durante dos años. Entonces murió mi madre. Luego mi padre se puso enfermo, justamente entonces yo estaba interesado en la pintura de los primitivos flamencos, y de pronto entendí el arte histórico. Recuerdo que visité el Art Institute de Chicago y me puse a llorar viendo la imagen de la Virgen llorando, y me di cuenta de que el arte hacía algo por mí. Decidí que quería que mis vídeos reflejaran lo que estaba aprendiendo y que necesitaba otra calidad de imagen; un buen cámara, buena iluminación, etcétera. Un proceso que me lleva a realizaciones con grandes presupuestos y complejas infraestructuras, similares a las de Hollywood.

P. ¿Sus piezas pasan también por el mismo proceso del cuadro, que sólo está acabado cuando el artista así lo ve, aunque haya estado sin tocar durante meses?

R. Saber cuándo algo está acabado es muy difícil. A veces tengo ideas que se tiran diez años en mi libreta de notas sin saber cómo van a desarrollarse. Me puedo sentir inseguro o confuso, y de pronto vienen de nuevo a la cabeza y necesito hacerlo. Tiene que ver con nuestro desarrollo interior, sobre el que a menudo ni siquiera tenemos acceso. Pero si uno escucha a sus sentimientos, sabrá cuando es correcto.[...]




II.- El Periódico, 30/6/2009

[...] ¿Para qué sirven los artistas?
-Los artistas de hoy tienen una función muy importante. Toda la información que recibimos ha sido manipulada para que creamos en una idea, compremos algo o votemos a alguien. En cambio, el trabajo del artista es el único que no está manipulado. Nadie te dice qué hacer ante una obra que sale del corazón.

–Pero muchas veces no sentimos nada ante una pieza de arte contemporáneo.
–Estamos saliendo de un periodo de la historia del arte muy desafortunado. El mercado del arte se ha convertido en una maquinaria económica y los artistas pueden ganar billones de dólares a cambio de ceder en su visión de las cosas. Cuando yo salí de la escuela de arte, en 1973, no tenía dinero y hasta los 41 años no expuse en una galería comercial. El videoarte era nuevo y minoritario; lo hacíamos por amor y por compromiso con aquella nueva idea. Éramos como el Salon des Refusés de París ( Salón de los Rechazados).

–Dígame algo que anime a la gente a ver su vídeo The Messenger, que se proyecta en la capilla de Sant Nicolau, en Girona.
–Es el último grito en tecnología visual, vídeo de alta definición, dialogando con espacio y una cultura antiquísimos. Lo viejo y lo nuevo juntos. No podemos olvidar el pasado, allí es donde yo busco inspiración. ¿Sabe? Miguel Ángel tenía 24 años cuando hizo La Piedad y Rafael 26, cuando hizo La estancia de la Signatura. No eran viejos maestros, sino jóvenes radicales. Los jóvenes locos por internet y por las computadores son como Miguel Ángel. Tienen maneras nuevas de hacer las cosas. Estamos viviendo tiempos muy creativos, similares al Renacimiento italiano, que fue un cruce entre el arte y la ciencia y la espiritualidad.

–Su primera muestra de vídeos en un museo fue en 1973. ¿Recuerda la reacción del público?
–Me acuerdo muy bien. Monté seis monitores de televisión, tres arriba y tres abajo, como si fuera una pared. Las imágenes fluctuaban entre el presente y el pasado. La gente estaba fascinada. Nadie dijo: «¿Pero esto es arte?». Bueno, un tipo pensó que era el circuito cerrado de seguridad del museo, ja, ja, ja. La gente sabía que estaba viendo algo nuevo. Los seres humanos son curiosos, ese es nuestro mayor potencial. El videoarte se hizo popular al instante porque la gente tenía una tele en casa y podía entenderlo. Si hubieran tenido un Jackson Pollock en el comedor, también hubieran entendido el expresionismo abastracto en el acto. El vídeo fue el primer medio que habló en una lengua común, es la nueva lengua vernácula del mundo.

–¿Qué diferencia hay entre usted y un director de cine?
–Precisamente, fui al estreno en Los Ángeles de Tetro, de Francis Coppola, a quien conocí hace 30 años en los laboratorios de investigación de Sony en Japón. Es una película increíble, tan compleja y al mismo tiempo tan natural... La tecnología nos permite preservar momentos mágicos y aumentar nuestro autoconocimiento, quiénes somos y a dónde vamos. La tecnología es nuestro reflejo. Yo he hecho vídeos con 85 técnicos, 300 extras y 18 especialistas. Cualquiera hubiera dicho que rodábamos una película de Hollywood. Pero lo importante no es la técnica, sino lo que tienes en el corazón y lo que puedes ofrecer a los demás.[...]



 
The  Deluge

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