Bruce Nauman, Indiana,1941.



jueves, 28 de noviembre de 2013

DOSTOIEVSKI y HOLBEIN en BASILEA

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En 1867 Dostoievski  huyendo de sus acreedores  viajó con su mujer Anna al extranjero.En Basilea el Cristo yacente de Holbein le produjo una conmoción que refleja en El idiota. La novela que escribió   durante esos cuatro años de ausencia.


Hans Holbein el Joven


En Alemania a partir del siglo XV confluyeron influencias contrapuestas desde los centros artísticos de la época: Flandes, y su pintura de  espíritu analítico y detallista y/e Italia, en la que predominaban los valores humanistas y racionales, más abstractos, del Renacimiento. Junto a ellas se mantenía una corriente local subterránea  de expresionismo que atraviesa el arte alemán desde la Edad Media.

Entre 1470 y 1543 -el nacimiento de Mathias Grúnewald y la muerte de Holbein- se suceden  los grandes maestros alemanes : Mathias Grünewald- Alberto Durero- Lucas Cranach- Albrecht Altdorfer y Hans Holbein  que hacen de Alemania un lugar destacado en la pintura europea del Renacimiento.

George Gisze, 1532, 96 x 85, Berlín



Holbein había nacido en 1497 en Ausburgo, centro que dominaba la floreciente economía del Sur de Alemania, como en el Norte,  las ciudades de la Hansa  dominaban  el comercio del Mar del Norte y del Báltico. En la ciudad junto a las primeras formas de capitalismo industrial y financiero se difundían las corrientes humanistas italianas que atraerían al  joven pintor. Era también la ciudad de los Fugger los banqueros de las empresas bélicas y políticas del Emperador Carlos V en las giraban en torbellino los graves problemas políticos y religiosos europeos agitados por el racionalismo renacentista y el naciente nacionalismo alemán.


Hans Holbein el Joven                        La familia del pintor,1528, Basilea


Erasmo de Rotterdam, 1523,43 x 33      Estudio de las manos de Erasmo


Hans Holbein, pertenecía a una familia de pintores notables. A los diecisiete años trabajaba   en Basilea y permanecerá en la ciudad suiza entre 1516-1526.Allí conoce a  Erasmo de Rotterdam para  el que ilustra uno de sus  libros,  y de  quien pinta varios retratos.  Erasmo le aconseja ir a Inglaterra y le recomienda a otro  humanista, su amigo Tomás Moro, canciller  de Enrique VIII, que será su   mecenas.
En los  años de Basilea se concentra la mayor parte de las pinturas religiosas de Holbein, ninguna del extremado expresionismo del  Cristo yacente de 1521- . Una vez dejada atrás  la temática religiosa, el pintor se centrará en el retrato y llegará a ser uno de los grandes retratistas de la historia del arte .
La influencia de la pintura italiana contemporánea es evidente en su obra, aunque  no haya documento que certifique que viajara a Italia. debió estar allí,como muestra que incorporara en su pintura  las  innovaciones  del Renacimiento italiano  y modos  de Leonardo, Mantegna y otros pintores  del Sur. 

Enrique VIII, 1539, 88 x 75,                       Tomás Moro, 1527

Eduardo, Príncipe de Gales,1539            Ana de Cléves, 1539, 65 x48

  Robert Cheseman, 1533                    Los embajadores, 1533, 206 x 209, Londres

ELondres, permanece entre 1526-28 y vuelve en 1532 en un periodo  final que terminará con su muerte  en  la peste que asoló la ciudad en 1543.Fue el pintor de Enrique VIII y su familia, de la aristocracia y de los ricos comerciantes que representaban a la Hansa en Londres...
Al rey le retrata en varias ocasiones, siempre excesivo en la pose y el adorno.Petulante protagonista de un reinado intenso en líos amorosos, rupturas religiosas, expropiaciones de bienes eclesiásticos y crímenes legales como las ejecuciones en la Torre de Londres de dos de sus esposas o del insobornable  autor de Utopía, su antiguo canciller Tomás Moro .Del primer viaje es el retrato monumental  de Tomás Moro,a quien Holbein retrata como retratará  al rey ocupando todo el espacio,también simbólicamente, y que resulta  inquietante por la mirada concentrada que desde el lienzo  parece interrogar...
En 1528 al volver  a Basilea,  invierte el dinero ganado en Inglaterra en una casa para la familia, pero Basilea se había vuelto fanáticamente protestante, el Consejo de la ciudad prohíbe la reproducción de imágenes y se producen motines iconoclastas. En 1532 parte otra vez para Londres y aunque el Consejo  trata de retenerlo, Holbein que era ya un pintor de fama internacional y posiblemente encontrara inseguro y provinciano el ambiente de la ciudad, aunque volverá algunas veces a Basilea, fijará su residencia en Londres.
Es un  gran dibujante  de trazos fluidos, enérgicos o ligeros según requiera la obra  siempre expresivo y con talento para dotar los rostros de  carácter ; la  experiencia acumulada, el talento se   traducen en recursos formales inagotables hasta el punto que sus obras coinciden en la calidad pero divergen en  estilo. Le atrajo lo mejor de la pintura del Norte de tradición flamenca, -retrato del comerciante de la Hansa,  George Gisze, Los embajadores...-, pero también el tipo de retrato o las composiciones  que idearon Leonardo o Tiziano... Hay un equilibrio en su obra que tiende a un cierto clasicismo; por ello sorprende el expresionismo extremo  del Cristo yacente que remite al Retablo de Issenheim,  pintado por   Matthias Grünewald unos años antes,





 Dostoievski en Basilea

Hans Holbein ,Cristo yacente,1521 ól/tabla,30,5 cm x 2 m. Basilea

El soporte de la pintura  es una tabla   que parece  un féretro,  por la forma y  el tamaño natural de la escala...Es una imagen de  dramatismo intenso difícil de olvidar . Contrasta el realismo tumefacto del rostro, manos y pies del cadáver con la radiación  mística de la luz y el cuidadoso plegamiento de la sábana de refinamiento buscado,  manierista.
Qué  explica el expresionismo extremado de esta imagen dentro de la obra de Holbein... En  sus otras pinturas religiosas    no  hay este grado de patetismo morboso. Aflora aquí  la corriente antigua, local,  de piedad expresionista;  la misma ,  que pocos años antes invadió, -más visionaria aún-, el alucinado Retablo de Isenheim  de Grúnewald que  Holbein debió conocer.Tal vez intentaba reafirmar el pintor el valor y la energía de las imágenes insólitas  para robustecer la fe y contradecir  las tendencias iconoclastas de Lutero y sus seguidores ...
El año 1521,es tumultuoso.Se vive en plena efervescencia de controversia religiosa. Lutero  en enero es excomulgado  por el  papa León X -un Medici del que Rafael hace un extraordinario retrato muy elocuente sobre la actitud de lujo, corrupción  y elitismo en que vive  la Iglesia-.  El Emperador Carlos V cita a Lutero en Worms para que se retracte de sus afirmaciones , pero no lo consigue, [el Emperador tiene 21 años y Lutero  38]. El Protestantismo naciente fractura Europa y el sentimiento religioso se   exacerba. La multicultural Basilea  se irá radicalizando y haciéndose irrespirable hasta el punto de que su amigo  Erasmo que enseña en la Universidad aconseja al pintor partir hacia Londres, otra vez, en 1532.En El Idiota escribe Dostoievski:
"Cuando me levanté para cerrar con llave la puerta me acordé de pronto de un cuadro que había visto poco antes en casa de [Rogochin, en una de las salas más lóbregas de su casa, encima de una puerta. Él mismo me lo había enseñado al pasar; no era nada  bueno en sentido artístico; pero me produjo no sé qué rara inquietud. 
El tal cuadro representaba a Cristo recién descendido de la cruz. Me parece que los pintores habitualmente figuran a Cristo en la cruz y descendido todavía con destellos de extraordinaria belleza en el rostro; esa belleza procuran conservársela aun en los momentos más terribles. En el cuadro de Rogochin no había rastro de tal belleza; era enteramente el cadáver de un hombre que ha padecido torturas infinitas antes de ser crucificado; heridas, azotes, que ha sido martirizado por la guardia, martirizado por las turbas, cuando iba cargado con la cruz y bajo el peso de esa cruz ha caído a tierra y finalmente, ha sufrido el suplicio de la cruz por espacio de seis horas (eso por lo menos según mi cuenta). Verdaderamente es aquella la figura de un hombre recién descendido de la cruz, es decir, que aún conserva mucha  vida, mucha tibieza: no ha tenido tiempo aún de ponerse rígido; así que en el rostro del moribundo aún se trasluce el sufrimiento, cual si aún lo experimentase (eso lo ha cogido muy bien el artista); 

pero en cambio la cara está tratada sin piedad; allí solo hay Naturaleza y, en verdad, así debe de ser el cadáver de un hombre, fuese quien fuese, después de tales suplicios. Sé que la Iglesia cristiana estableció, ya desde los primeros siglos, que Cristo ha padecido no figurada, sino realmente, y que su cuerpo por tanto, estuvo sometido en la cruz, de un modo pleno y total, a la ley de la Naturaleza. 
                                     
En aquel cuadro vemos el cadáver de un hombre lacerado por los golpes, demacrado, hinchado, con unos verdugones tremendos, sanguinolentos y entumecidos;los ojos,abiertos; las pupilas sesgadas; los ojos grandes abiertos, dilatados, brillan con destellos vidriosos. Pero cosa rara, cuando miras ese cadáver de un hombre atormentado surge una especial y curiosa pregunta;  si su cadáver así ( e infaliblemente así tenía que ser) lo vieron todos sus discípulos, sus principales apóstoles futuros; lo vieron las mujeres que lo seguían y que estaban al pie de la cruz; todos los que creían en Él y lo adoraban ¿cómo pudieron creer a vista de tal cadáver, que aquel despojo iba a resucitar? Entonces se adquiere la comprensión de que si tan terrible es la muerte y tan poderosas las leyes de la Naturaleza, ¿cómo dominarlas?...¿Como dominarlas cuando no logró vencerlas ni Aquel que venció en su vida a la Naturaleza, que sometida le estaba, a Aquel que exclamó: "Talitha kumi", y la muchacha se levantó; "Lázaro, sal fuera" y salió el muerto? 
La Naturaleza se aparece al mirar ese cuadro, como una fiera enorme, inexorable y muda, o mejor dicho, aunque resulte raro (cual potente máquina de construcción novísima, que sin pensar lo cogió, destrozó y se tragó ,sorda e insensible, a aquel Ser grande e inapreciable), un Ser que él solo valía por toda la Naturaleza y todas sus leyes, por toda la Tierra, la cual es posible que únicamente fuera creada para la sola aparición de ese Ser."

Fiodor Dostoievski, El Idiota, Obras completas, Tomo II, Aguilar 1986







jueves, 15 de agosto de 2013

I.B. Singer UN DÍA EN CONEY ISLAND





Isaac B. SINGER ,(Polonia 1904-EE.UU 1991), es  uno de los grandes escritores del siglo XX, según la crítica y  los lectores, muchos de ellos  escritores de prestigio. Novelas, cuentos y una autobiografía que atrapa y emociona, forman la extensa obra -siempre escrita en yiddish- de su azarosa vida.

"Un día en Coney Island, como muchas de sus historias tiene un posible carácter autobiográfico y como es habitual en su escritura, una  tensión narrativa que armoniza emoción,  poesía y pensamiento. 
*Una breve reseña biográfica  en I.B.SINGER y el amigo de Kafka 


                                            
                                                              
                                          
                                                 
                                                        UN DÍA EN CONEY ISLAND


Hoy sé exactamente lo que debía haber hecho aquel verano: mi trabajo. Pero entonces no escribí casi nada. "¿Quién necesita el yiddish en América?", me preguntaba. El editor de un periódico yiddish que publicaba de vez en cuando algún breve relato mío en la edición del domingo, me dijo con franqueza que los demonios , dibbuks y diablillos de hace doscientos años a nadie importaban lo más mínimo. 
Con treinta años de edad, refugiado llegado de Polonia, me había convertido en un anacronismo. Y por si fuera poco, Washington se negaba a prologar mi visado de turista. Lieberman, mi abogado, estaba intentando conseguirme un visado permanente, pero para lograrlo necesitaba presentar: mi partida de nacimiento, un certificado de buena  conducta, una declaración de que contaba con un empleo y de que no me convertiría en una carga pública, así como otros documentos que me era imposible obtener.Preocupado yo escribía cartas a mis amigos de Polonia. Nunca me respondían. Los periódicos predecían que Hitler iba a invadir Polonia de un día para otro.                                       

Abrí los ojos tras un sueño irregular, cargado de pesadillas. Mi varsoviano reloj de pulsera indicaba las once menos cuarto. A través de las rendijas de la persiana penetraba una luz dorada. Podía oír el sonido del océano. Llevaba año y medio viviendo en una habitación amueblada de una vieja casa de Sea Gate, no lejos de donde residía Esther (así la llamaré aquí), y pagaba dieciséis dólares al mes por el alquiler. La señora Berger, mi casera, me daba de desayunar a precio de costo.

                                            
                                     El Queen Mary navega por el Alántico como se vería  a la altura de Coney Island

Hasta que me deportaran a Polonia, me propuse disfrutar de confort americano. En el cuarto de baño  del pasillo ( a esa hora del día no estaba ocupado), me di un baño y pude ver un enorme barco que llagaba de Europa, el Queen Mary o el Normandie. ¡Qué lujo mirar por la ventana de mi cuarto de baño  y ver, además del océano Atlántico, uno de los buques más nuevos y veloces del mundo!. Mientras me afeitaba, tomé una decisión, no les dejaría deportarme a Polonia. No caería en las garras de Hitler. Permanecería en América ilegalmente. Me habían dicho que si estallaba la guerra   tendría muchas probabilidades   de recibir la ciudadanía de modo automático. Le hice una mueca de disgusto a mi imagen del espejo: mi cabello pelirrojo había desaparecido  y tenía los ojos azules llorosos, los párpados inflamados, las mejillas hundidas y una prominente nuez de Adán. 
La gente venía a Sea Gate desde Manhattan para broncearse, yo seguía con una tez de color blanco enfermizo. Mi nariz era fina y pálida, mi mentón puntiagudo, mi pecho plano. A menudo pensaba que mi aspecto no se diferenciaba mucho del de los diablillos que describía en mis relatos. Me saqué la lengua y me dije que no era más que un meshúguerner batlen, un holgazán despistado. 
Pensé que la cocina de la señora Bergen estaría vacía a aquellas horas de la mañana, pero todos estaban allí: el señor Chaikowitz y su tercera  esposa; el viejo escritor Lemkin, que había sido anarquista, y Silvia, que unos días antes me había llevado a  un cine de Mermaid Avenue (hasta las cinco de la tarde, el precio de la entrada era de solo diez centavos) y me había traducido a un yiddish macarrónico lo que decían los gánsteres de la película.En la oscuridad me tomó de la mano, lo cual me hizo sentirme culpable. En primer lugar yo había jurado cumplir los Diez Mandamientos. En segundo lugar estaba traicionando a Esther. Y por último me remordía la conciencia respecto a Anna, que continuaba escribiéndome desde Varsovia. Sin embargo no quise ofender a Silvia.  
Cuando entré en la cocina, la señora Bergen exclamó:
-¡Aquí está nuestro escritor! ¿Cómo puede un hombre dormir tanto? Yo llevo en pie desde las seis de la mañana.
Miré sus gruesas piernas, sus torcidos dedos y prominentes juanetes . Todos me tomaban el pelo. El viejo Chaikowitz dijo:
- ¿Te das cuenta de que has saltado la hora de la oración de la mañana? Seguramente perteneces a los jasidim de Kotzk, que rezan tarde.
Su semblante era blanco y también lo era su perilla. Su tercera esposa, una obesa mujer de gruesa nariz y labios carnosos, se unió a él:
- Apostaría a que es greenhorn ni siquiera posee un par de filacterias.
Y Lemkin dijo:
- Si me preguntaran a mí, diría que se ha pasado la noche escribiendo un best seller.
-Tengo hambre por segunda vez- afirmó Silvia.
-¿Qué vas a tomar hoy?- me preguntó la señora Berger-. ¿Dos bollos con un huevo o dos huevos con un bollo?
-Lo que usted me ponga.
-Estoy dispuesta a ponerte la luna en un plato. Tengo miedo de lo que puedas  escribir sobre mí en tu periódico yiddish.
Me trajo un bollo grande con dos huevos revueltos y un tazón de café. El precio del desayuno era veinticinco centavos, pero le debía a la señora Berger el alquiler de seis semanas y los desayunos de esas seis semanas.
Mientras comía , la señora Chaikowitz hablaba de su hija mayor, que había enviudado hacía un año y ahora había vuelto a casarse.
-¿ Han oído ustedes algo así? -dijo-. A su marido le dio un hipo y cayó muerto. Al parecer, algo se le reventó en el cerebro. Dios nos guarde de las desgracias que pueden ocurrirnos. Le dejó más de cincuenta mil dólares del seguro. ¿Cuánto tiempo puede una mujer joven esperar? Su primer marido era médico; este es abogado, el más grande de América. En cuanto le echó la mirada, dijo: "Esta es la mujer que yo estaba esperando". Al cabo de seis semanas se casaron y viajaron a las Bermudas en luna de miel.  Le compró un anillo de diez mil dólares.
-¿Estaba soltero? -preguntó Silvia.
-Había tenido esposa, pero no era su tipo y se divorció de ella. Ahora recibe de él un montón de dinero, doscientos dólares a la semana de pensión por alimentos. Ojalá lo gaste todo en medicamentos.
Terminé a prisa mi desayuno y salí. Ya en la calle, miré en el buzón, pero no había nada para mí. A sólo dos manzanas de distancia podía ver la casa que Esther había alquilado durante el invierno anterior. En esa casa, ella alquilaba a su vez habitaciones a personas que querían pasar sus vacaciones cerca de Nueva York.  Yo no podía visitarla durante el día; solía ir a hurtadillas bien entrada la noche. Aquel verano se alojaban allí muchos escritores y periodistas de lengua yiddish, y me propuse evitar que conocieran mi aventura con Esther. Puesto que no era mi intención casarme con ella, ¿para qué arriesgar su buen nombre? Esther era casi diez años mayor que yo.Se había divorciado de su marido, un poeta yiddish, modernista y comunista; un sinvergüenza. Se marchó a California y nunca envió ni un penique para la manutención de sus dos hijas menores de edad. Se fue a vivir con una artista que pintaba cuadros abstractos. Esther necesitaba un marido que la mantuviera, a ella y a las niñas, no un escritor yiddish especializado en hombres lobo y espíritus. 
                                     
Pese a que ya llevaba dieciocho meses en América, Coney Island aún me sorprendía. El sol abrasaba como el fuego. El rugido que llegaba de la playa era aún más estruendoso que el del propio mar. En el paseo marítimo entarimado, un vendedor de sandías italiano aporreaba una hoja de estaño con el cuchillo, mientras con voz estrepitosa llamaba a los clientes. Cada cual bramaba a su modo: vendedores de palomitas, de perritos calientes, helados y cacahuetes, algodón de azúcar y mazorcas de maíz. Pasé delante de una barraca de feria en la cual exhibían una criatura, mitad mujer, mitad pez; un museo de cera con figuras de María Antonieta, Buffalo Bill y John Wilkes Booth; una tienda en cuyo interior un astrólogo con turbante, sentado en la oscuridad y rodeado de mapas y globos de las constelaciones celestes, leía los horóscopos. Delante de un pequeño circo, unos pigmeos bailaban, con los rostros negros pintados de blanco y enlazado entre sí por una larga y suelta cuerda. Un mono mecánico inflaba y desinflaba su barriga como un fuelle y reía con una risa estentórea. ;Muchachos negros apuntaban con rifles a unos patitos metálicos. Un hombre medio desnudo de barba negra y cabellera hasta los hombros, pregonaba pociones que reforzaban los músculos, embellecían el cutis y devolvían la potencia perdida. Rompía pesadas cadenas con sus manos y doblaba monedas entre los dedos. Un poco más allá, un médium se proclamaba capaz de invocar los espíritus de los muertos, profetizar el futuro y dar consejos en cuestiones de amor y matrimonio. Yo llevaba encima  un ejemplar  de La educación de la voluntad, de Payot, en polaco. Enseñaba como superar la pereza y realizar trabajo espiritual de modo sistemático, y se había convertido en mi segunda Biblia. Solo que yo hacía lo contrario de lo que el libro predicaba. Desperdiciaba mis días en sueños, preocupaciones y fantasías vacías, y me enredaba en aventuras que carecían de futuro.         
                                           
En el extremo del paseo marítimo entarimado, me senté en un banco. Todos los días se reunían allí el mismo grupo de ancianos para debatir acerca del comunismo. Un hombrecillo de cara redonda y el pelo tan blanco como la espuma movía la cabeza airadamente y gritaba:
-¿Quién va a salvar a los obreros? ¿Hitler? ¿Mussolini?¿Ese socilfascista de León Blum? ¿Ese oportunista de Norman Thomas? ¡Larga vida al camarada Stalin! ¡Benditas sean sus manos!
Un hombre cuya nariz estaba cruzada por venas rotas, gritó en respuesta:
-¿Y qué hay de los juicios de Moscú? ¿Y  los millones de obreros y campesinos que Stalin exilió a Siberia? ¿Qué dices de los generales soviéticos que tu camarada Stalin ejecutó?
-Su cuerpo era corto y a la vez rechoncho , como si con un serrucho le hubieran cortado la parte de en medio. Escupió en su pañuelo y chilló-: ¿Es  Bujarin  realmente un espía alemán del proletariado, casero de chabolas? ¿Acaso recibe Trosky dinero de Rockefeller? ¿ Era Kamenev un enemigo del proletariado? ¿Y qué me dices de ti mismo, casero de chabolas?
Con frecuencia imaginaba que estos hombres  no paraban para comer o dormir, sino que seguían su debate sin interrupción. Saltaban uno sobre el otro como machos cabríos listos para embestir. Saqué un cuaderno y una pluma estilográfica para apuntar un posible tema (quizá acerca de estos contendientes ),  pero en lugar de ello comencé a dibujar un hombrecillo de largas orejas, la nariz como un cuerno de carnero, los pies de ganso y dos cuernos en la cabeza. Luego cubrí su cuerpo con escamas y le añadí unas alas. Eché una ojeada a La educación de la voluntad. ¿Disciplina? ¿Concentración? ¿De qué me servirían si estuviera condenado a perecer en los campos de Hitler? E incluso si sobreviviera, ¿en qué ayudaría a la humanidad una novela o un cuento más? Los metafísicos se habían rendido demasiado pronto, concluí. La realidad no es solipsismo ni tampoco materialismo. Se debe empezar desde el principio: ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el espacio? Aquí residía la clave de todo el enigma. ¿Quién sabe? Tal vez yo estaba predestinado a resolverlo.
Cerré los ojos y me decidí de una vez por todas a cruzar la barrera entre la idea y el ser, entre las categorías de la razón pura y la cosa en sí. Al otro lado de mis párpados cerrados, brillaba rojo el sol. El golpear de las olas y el barullo de la gente se fundían, Sentía, casi palpablemente, que me sentía a un paso de la verdad. "El tiempo no es nada, el espacio no es nada", murmuré. Pero esa nada es el trasfondo de la composición del mundo. Entonces, ¿qué es lo que compone el mundo? ¿Materia? ¿Espíritu? ¿Magnetismo o gravitación? ¿Y qué es la vida?¿ Qué es el sufrimiento? ¿Qué significa estar consciente? Y si existe Dios, ¿quién es? ¿Sustancia con atributos infinitos? ¿La mónada de mónadas? ¿La voluntad ciega? ¿El inconsciente? ¿Puede Dios ser el sexo, como insinúan los cabalistas? ¿Es un orgasmo que nunca cesa? ¿Es la nada universal, el principio de la feminidad? No iba a llegar a ninguna decisión en ese momento, concluí. Quizá por la noche, en la cama...
Abrí los  ojos y caminé hacia Brighton. Las vigas del tren elevado creaba sobre las aceras una malla de sol y sombra. Un tren que venía de Manhattan pasó como un bólido, con un traqueteó ensordecedor. Con independencia de cómo se defina el tiempo y el espacio, pensé, era imposible estar simultáneamente en Brooklyn y en Manhattan. Pasé delante de escaparates que exponían colchones, muestras de tablillas para azoteas, pollos kosher. Mire detuve frente a un restaurante chino. ¿Debería entrar a almorzar? No, en la cafetería me podría costar cinco centavos menos. Había llegado casi a mi último centavo. Si mi relato "Después del divorcio" no aparecía en la edición del domingo, no me quedaría más opción que el suicidio.
Caminando de regreso, me asombraba de mí mismo. ¿Cómo había podido permitir que mis finanzas menguaran hasta tal punto? Era cierto que a un turista no le estaba permitido tener un trabajo remunerado, pero si fregara platos en un restaurante o consiguiera un empleo como mensajero o como maestro de hebreo, ¿cómo se iba a enterar el Servicio de Inmigración y Naturalización? Era una locura esperar hasta que llegara a la ruina total. Es verdad que me había convencido de que podría alimentarme con las sobras de las mesas de la cafetería. Pero, más tarde o más temprano , el gerente o el cajero notarían la presencia de un carroñero humano. Los americanos prefieren arrojar la comida al cubo de basura  antes que dejar que alguien se la lleve sin pagar. Pensar en comida me hizo sentir hambre. Recordé lo que había leído sobre el ayuno. Si tiene agua para beber, una persona puede vivir unos sesenta días. En otro lugar había leído que, en una expedición al Polo Sur o Norte, Admundsen se había comido una de sus botas. Mi hambre en ese momento, me dije, no era más que histeria. Dos huevos y un bollo contienen suficiente almidón, grasas y proteínas para unos cuantos días. Pese  a todo, algo roía en mi estómago. Las rodillas me flaqueaban. Iba a encontrarme con Esther esa noche, y el hambre conduce a la impotencia. A duras penas, llegué a las cafeterías. Entré, compré un tique de comida y me acerqué al mostrador del bufé. Sabía que los condenados a muerte encargaban su última comida; las personas no desean ir con el estómago vacío ni siquiera a ser ejecutadas. Pensé que eso era una prueba de que la vida y la muerte no guardan relación. Dado que la muerte no tiene sustancia, no puede acabar con la vida. Es solo un marco para los proceso de vida, pero estos son eternos.
Todavía no me había hecho vegetariano, aunque en mi mente ya rumiaba sobre el vegetarianismo. Elegí, no obstante, falda de añojo en salsa de rábano picante con patatas hervidas y fréjoles, un tazón de sopa de fideos, un gran bollo, una taza de café y un trozo de tarta, todo por sesenta centavos. Sujetando la bandeja, pasé delante de mesas llenas de sobras de comida y me detuve delante de una mesa limpia. Encima de una silla estaba el tabloide de la tarde. Aunque deseaba leerlo, recordé las palabras de Payot: "Los intelectuales deben comer despacio, masticar hasta el fondo cada bocado y no leer".Pese a ello, eché un vistazo a los titulares. Hitler exigía de nuevo el corredor de Danzig. Smigly-Rydz había anuncido en el Sejm que  Polonia lucharía por cada milímetro del territorio. El embajador alemán en Tokio fue recibido en audiencia por el Mikado. Un general retirado había criticado  en Inglaterra la Línea Maginot y predijo que caería ente el primer ataque. Los poderes que gobernaban el universo estaban preparando la catástrofe.
Cuando terminé de comer, conté mi dinero y recordé que tenía que llamar al periódico para preguntar por la suerte de mi relato. Sabía que una llamada de Coney Island  a Manhattan costaba diez centavos y que el editor de los dominicales, León Diamond, rara vez acudía a su despacho. Aún así, no podía dejarlo todo en manos del destino.Diez centavos no cambiarían la situación. Me levanté con resolución, encontré una cabina de teléfono desocupada  e hice la llamada.Recé a esos mismos poderes que preparaban la catástrofe mundial para  que la operadora no me conectara con un número equivocado. Le deletreé el número que deseaba con la mayor claridad que permitía mi acento en inglés y me pidió que insertara la moneda. Cuando contestó la telefonista, pedí hablar con León Diamond. Estaba casi seguro de que me diría que él no se encontraba en la oficina; sin embargo oí su voz al otro lado de la línea. Empecé a tartamudear y a disculparme. Cuando le dije quién era, me dijo con brusquedad:
-Tu relato entrará el domingo.
-Gracias. Muchísimas gracias.
-Envíame un nuevo relato. Adiós. 
"¡Un milagro! ¡un milagro del cielo!", grité para mis adentros. En el instante en que colgué , ocurrió otro milagro: comenzaron a salir monedas del teléfono, monedas de diez, cinco, veinticinco centavos. Por un segundo vacilé; quedármelas sería un robo. Sin embargo, la compañía telefónica en ningún caso recuperaría el dinero, y podría encontrarlo alguien que lo necesitara menos que yo. ¡Cuántas veces habré insertado monedas de diez centavos en el teléfono sin conseguir la conexión! Miré alrededor y vi que intentaba entrar en la cabina una mujer gruesa, en bañador y con sombrero de paja de ala ancha. Agarré las monedas, me las metí en el bolsillo y salí, con la sensación de ser una persona nueva. Pedí perdón mentalmente a los poderes que lo saben todo. Salí de la cafetería y caminé dando grandes zancadas hacia Sea Gate. Iba haciendo cálculos: si recibo cincuenta dólares por el relato, daría treinta a la señora Berger para cubrir mi alquiler y los desayunos, y aún me quedarían veinte dólares para gastos.Además, renovaría mi crédito con ella y podría continuar en la habitación. En ese caso, debería llamar a Lieberman, el abogado. ¿Quién sabe? Tal vez ya había tenido noticias del cónsul en Toronto. Un turista no podía conseguir un visado permanente mientras estaba en Estados Unidos. Tendría que viajar a Cuba o a Canadá. El billete para ir a Cuba resultaba demasiado caro como para planteármelo, pero quizá me permitirían entrar a Canadá. Lieberman me había advertido que  tendrían que conducirme clandestinamente desde Detroit hasta Windsor, y la persona que me esperaría al otro lado del puente pediría una suma de cien dólares.
De pronto me di cuenta de que yo no había cometido un robo sino dos. En mi euforia, había olvidado pagar por el almuerzo. Aún llevaba el tique en la mano. Esto, desde luego, era obra de Satanás. El cielo me estaba tentando. Decidí regresar y pagar los sesenta centavos. Caminé con brío, casi corriendo. En la cafetería un hombre de uniforme blanco estaba junto al cajero. Hablaban en inglés. Quise esperar hasta que terminaran, pero continuaban hablando. El cajero me miró de reojo y preguntó:
- ¿Qué deseas?
Respondí en yiddish.
-Olvidé pagar el almuerzo.
El cajero, haciendo una mueca, dijo entre dientes:
-No te preocupes, lárgate de aquí.
-Pero...
-Lárgate de aquí, tú -gruñó- y luego me hizo un guiño.
Con eso comprendí lo que iba sucediendo. El hombre del uniforme blanco seguramente era dueño, o el gerente, y el cajero no quiso que viera que había dejado a un cliente  marcharse sin pagar. Los poderes estaban conspirando para proporcionarme un golpe de suerte tras otro. Salí y a través de la puerta de cristal vi como el cajero y el hombre de uniforme blanco se reían. Estaban riéndose de mí, aquel recién llegado con su yiddish. Pero yo sabía que el cielo estaba sometiéndome a prueba, pesando mis méritos y mis maldades en una balanza: ¿me merecía continuar en América o debería perecer en Polonia? Me avergonzaba mostrar tanta fe después de haberme definido como agnóstico o no creyente, y dije a mis críticos invisibles: "Al fin y al cabo, según Spinoza, todo está predeterminado. En el universo no existen acontecimientos grandes y pequeños. Para la eternidad, un grano de arena es tan  importante como una galaxia."
No sabía qué hacer con mi tique de la comida. ¿Debería guardarlo hasta el día siguiente o tirarlo? Decidí que entregaría el dinero al cajero sin el tique. Lo rompí en pedazos y lo arrojé a la papelera.
En casa, me desplomé en la cama y caí en un sueño pesado, en el que descubrí el secreto del tiempo, del espacio y de la causalidad. Parecía increíblemente sencillo, pero en el instante en que abrí los ojos lo había olvidado todo. Lo que quedó fue el sabor de algo de otro mundo, algo maravilloso. En mi sueño, le había puesto un nombre a mi descubrimiento filosófico; tal vez fue en latín, en hebreo, en arameo o en una combinación de los tres. Me recordaba diciendo en sueños:"El ser no es más que...", y ahí venía la palabra que respondía a todas las preguntas. En el exterior oscurecía. Los bañistas y nadadores ya se habían marchado. El sol se hundía en el océano, dejando una estela de fuego. La brisa traía olor a descomposición submarina. Una nube en forma de enorme pez surgió de la nada, y la luna reptó sobre ella siguiendo sus escamas. El tiempo estaba cambiando; la campana del faro que avisaba de la niebla repicaba en tono agudo. Un remolcador arrastraba tres negras gabarras. Parecía inmóvil, como si el Atlántico se hubiera convertido en el Mar de Hielo que solían describir los libros de cuentos                    
                                       .

Como ya no necesitaba escatimar en comida, entré en la cafetería de Sea Gate y pedí tarta de queso y café. Un periodista yiddish, de pelo blanco y rostro rubicundo, colaborador del periódico que publicaba mis relatos, se acercó y se sentó a mi mesa.
-¿Dónde te has estado escondiendo estos días? Nadie te ve. Me dijeron que resides aquí, en Sea Gate.
-Sí, vivo aquí.
-Yo he alquilado una habitación en casa de Esther. Ya sabes quien es, la exesposa del poeta loco. ¿Por qué  no vas por la casa? Toda la prensa yiddish está allí. Te han mencionado varias veces.
-¿De verdad? ¿Quiénes?
-Oh, los escritores. Incluso Esther te elogia. Personalmente pienso que tienes talento, aunque eliges temas que a nadie importan y en los que nadie cree. No existen los demonios. No existe Dios.
-¿Estás seguro?
-Absolutamente seguro.
-¿Y quien creó el mundo?
-Ah, bueno. La vieja pregunta. Todo es naturaleza. Evolución. ¿Quién creó a Dios? ¿Eres realmente religioso?
-A veces lo soy.
-Solo para llevar la contraria. Si Dios existe ¿por qué permite a Hitler arrastrar a gente inocente a Dachau?¿Y qué hay de tu visado? ¿has hecho algo al respecto? Si no, te deportarán y a tu Dios le preocupará bien poco el asunto.
Le conté mis dificultades y me dijo:
-Solo existe una salida para ti; cásate con una mujer que sea ciudadana americana. Eso hará tu estancia legal. Más adelante, podrás conseguir los papeles y convertirte tú también en ciudadano.
-Yo nunca haría eso -dije.
-¿Por qué no?
-Sería una ofensa tanto para la mujer como para mí.
-¿Y caer en las garras de Hitler es mejor? Eso no es más que estúpido orgullo. Escribes como un hombre maduro, pero te comportas como un muchacho. ¿Cuántos años tienes?
Se lo dije.
-A tu edad, yo estaba exiliado en Siberia por actividades revolucionarias.
Se acercó el camarero y, cuando estaba a punto de pagar, el escritor me arrebató el tique. Tengo demasiada suerte hoy, pensé.
En ese momento miré hacia la puerta y vi entrar a Esther. Con frecuencia se presentaba allí por las tardes, y precisamente por esa razón yo eludía esa cafetería. Esther y yo habíamos acordado de forma tácita mantener en secreto nuestra aventura. Además, me había vuelto patológicamente tímido en América; volví a ruborizarme como cuando era un muchacho. En Polonia nunca me consideré de baja estatura, pero  entre los gigantes americanos me veía pequeño. Mi traje varsoviano parecía estrafalario, con sus anchas solapas y hombreras. Además era demasiado pesado para el calor de Nueva York. Esther no paraba de reprocharme que llevara cuello duro, chaleco y sombrero cuando hacía calor. Ahora, al verme, pareció avergonzarse, como una muchacha provinciana de Polonia. Nunca habíamos estado juntos en público. Pasábamos nuestro tiempo en la oscuridad, como dos murciélagos. Hizo un ademán como para marcharse, pero mi compañero de mesa la llamó. Se aproximó de modo inseguro. Llevaba puesto un vestido blanco y un sombrero de paja con cinta verde. Bronceada por el sol, sus ojos negros tenían un brillo juvenil. Su apariencia no era la de una mujer cercana a los cuarenta; era esbelta y lozana. Se acercó a la mesa y me saludó como si yo fuera un desconocido. Al modo europeo, me estrechó la mano. Se sonrió tímidamente y me habló de usted en vez de tutearme.
-¿Cómo está usted? No le he visto en mucho tiempo -dijo.
-Se está escondiendo -me denunció el escritor-. No está haciendo nada referente a su visado y lo enviarán de vuelta a Polonia. La guerra no tardará en estallar. Yo le acabo de aconsejar que se case con una mujer americana porque de este modo obtendría un visado, pero no me hace caso.
-¿Por qué no? -preguntó Esther. Sus mejillas resplandecían. Esbozó una sonrisa tierna, nostálgica. Se sentó al borde de la silla.
Me hubiera gustado darle una respuesta ingeniosa, con chispa. En lugar de ello, dije avergonzado:
-No me casaría para conseguir un visado.
El escritor sonrió e hizo un guiño.
-No soy un casamentero, pero vosotros dos haríais una buena pareja. 
Esther me miró de manera inquisitiva, con mirada suplicante y cargada de reproche. Yo sabía que tenía que responder en ese momento con seriedad o con una broma, pero no me salía ni una palabra. Me sentí acalorado. Mi camisa estaba empapada y yo estaba pegado al asiento. Tenía la dolorosa sensación de que mi silla se estaba a punto de caer. El suelo se levaba y las luces del techo se entrelazaban, se alargaban y se hacían borrosas. La cafetería comenzó a dar vueltas como un tiovivo.
Esther se levantó bruscamente.
-Tengo que encontrarme con alguien -dijo, y se dio la vuelta.

La observé apresurándose hacia la puerta. El escritor sonrió de manera cómplice, se despidió con la cabeza y se acercó a otra mesa para charlar con un colega. Me quedé allí sentado, desconcertado por el repentino cambio de mi suerte. Consternado, saqué las monedas del bolsillo y me puse a contarlas una y otra vez, identificándolas más por el tacto que por la vista , haciendo complejos cálculos. Cada vez, la suma salía diferente.Tal como se presentaba ahora mi partida  con los poderes de arriba, yo parecía haber ganado un dólar con algunos centavos y haber perdido no solo el asilo en América, sino a una mujer a quien amaba de verdad.

                                      
Relacionado:



Isaac B. Singer. Cuentos RBA editores.

lunes, 20 de mayo de 2013

Cy Twombly : Una Tragedia Romana






Cy TWOMBLY (Lexington, Virginia 1928- Roma 2011)

Estudió en varias universidades (Washington, la Lee University de Lexington...) En 1952 conoce a Robert Motherwell, Franz Kline... en Black Mountain College (Carolina del Norte) y el mismo año viajaba con Robert Rauschenberg a Europa y Marruecos. Tras una estancia en Roma vuelve a Nueva York, donde realiza sus primeras exposiciones. Desde 1957 vivió en Roma hasta su muerte.


Cy TWOMBLY, Lepanto,  Serie  encargada por Harald Szeemann para la Bienal de Venecia de 2001. [En 1571  en el golfo de Lepanto  se produjo la  batalla naval entre la Cristiandad, La Liga Santa (España, Venecia y la Santa Sede) y el Imperio Turco. Artistas de la época, Tiziano,Tintoretto, Veronés...pintaron cuadros del hecho bélico en el  que fue herido Cervantes.]

                                                                             ***
"Cy Twombly es uno de los miembros de la generación de artistas americanos y europeos que surgió inmediatamente después del expresionismo abstracto y que incluye a Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Joseph Beuys, Ives Klein y, aunque algo más joven, a Jannis Kounellis. [...] Todos lograron una cohesión altamente referencial en su obra, que funcionaba como explicación del mundo en un sentido más amplio, al tiempo que exploraba la naturaleza misma del arte. [...] Su obra se desarrollaba como decía Rauschenberg "en el espacio que se abre entre el Arte y la Vida". 
 



Tardó mucho en ser reconocido  como un  gran artista . En libros de arte contemporáneo de competentes   historiadores y críticos, editados en  los años 80, fines de los 90 y más tarde, -donde sí se habla  de Rauschenberg, su amigo y contemporáneo-, ni se le cita. Se recorre una y otra vez con incredulidad  el índice de nombres y materias pensando que ha habido un error pero es en vano.En compensación, actualmente cada día se  valora más su originalidad y sutil sentido de la belleza. 


 Su obra ( gráfica, pintura, escultura...) muestra cómo partiendo del expresionismo abstracto y la action painting ,-cuando aparentemente había pasado su hora  como estilo-, tomó un camino  solitario para llevar a uno de sus  límites el Arte. Eso hacen sus obras,forzar hasta su extremo la posibilidad de  representación moviéndose en el resquicio  "entre el Arte y la Vida" .Las pinturas de Twombly en un primer encuentro desconciertan. Su apariencia liviana, sus garabatos..., a pesar de los luminosos colores y sus expresivos trazos. 

Con  mínimos elementos pero con un bagaje cultural profundo y una percepción visual afinada  llega a  una forma de expresión   que  es   poesía  plástica  pura  hecha con  manchas de  color  brillantes,  a veces grumosas, trazos de lápiz,ceras, flotando sobre fondos inmensos y líneas....  "sacadas  a pasear" como quería Klee  para conseguir   imágenes  de una libertad desconocida y que misteriosamente sacuden  al contemplador


Buscó sus temas sobre todo en el mundo clásico de Grecia y Roma, su historia y sus mitos pero también en  la cultura callejera de garabatos ocasionales  y   grafitti  .La obra de Twombly en principio sorprende pero si se "llega" a ella - y es cuestión de dedicarla una mirada sostenida y/o repetida- produce los mismos efectos que la de  otros artistas grandes considerados clásicos indiscutibles.

Junto a formas  propias del expresionismo abstracto y la pintura gestual de la action paiting hay aspectos  en Twombly que parecen inspirados en la estética  oriental y que añaden a sus obras un sutil refinamiento : el sentido del espacio como vacío ilimitado y activo , la depuración máxima y la economía de medios, y el tratamiento de la escritura como sujeto/objeto plástico porque caligrafía y pintura, como en China,  son consideradas artes equivalentes  ...


 Cy Twonly cuando se le mira con atención va conquistando poco a poco la parte del cerebro que controla las emociones estéticas  hasta producir una descarga de conmoción/emoción intensa. Cualquier obra de Twombly. Recuerda en ese aspecto a Miró, no por el estilo, sino en la capacidad de con un simple gesto de línea o color crear un mundo sugerente. Se le ha relacionado por sus imágenes difuminadas en luz con el pintor inglés Turner y también  con el  impresionista Monet que en su última etapa,  exploró otros límites del arte  cuando  en la serie Ninfeas disuelva la forma en el color yendo hacia la  abstracción.

        

 NUEVE DISCURSOS SOBRE CÓMODO     
 


  


Si la obra es una serie como Nueve Discursos sobre Comodo, 1963,y se entra en la sala donde se expone (Guggenheim de Bilbao) sin saber nada de ella, se produce ese asombro que detiene.Se recuerda,pero vagamente, que Cómodo fue un  emperador, y se percibe que se representa un episodio sangriento y cruel de la historia del Imperio Romano.

La obra la componen nueve paneles. Óleo y otros materiales sobre lienzo de 2,4 x 1,34 m. cada uno. El  fondo gris homogéneo y neutro recuerda   plata mate o plomo pulido sobre cuya opacidad resalta el lujoso colorido de Twombly. Es un gris especial de un cromatismo sumamente depurado. El pintor  ha numerado  los lienzos y los colocado en una secuencia progresiva siguiendo la "acción", Partes, I-II-,III-IV-V-VI-VII-VIII y IX.

 Inicia la serie, Parte I: en la zona superior  del lienzo está representado una cuadrícula trazada con lápiz, y sobre ella dos torbellinos blancos apenas manchados de rosa y azul pálido que hacen pensar  en un inicio de racionalidad e inocencia. De la parte derecha  resbala un goteo  blanco, que más adelante será rojo.

A partir de ella   ha desaparecido la cuadrícula, -aunque quedan líneas a lápiz, números y algunas palabras tachadas-   y en las zonas blancas hay manchas púrpuras. Grumos de pintura salpicados y los remolinos se van tiñendo de rojo progresivamente excepto en  Parte V que vuelve a ser blanca. El rojo púrpura, el color del poder romano y de la sangre humana, va en progresión hasta estallar con la energía  de un geyser  en  Parte VIII. En  Parte IX  su dominio es menos intenso y destaca un amarillo de una tonalidad brillante y luminosa coincidiendo ,  con el asesinato de Cómodo. Es una obra concentrada, dramática,sobrecogedora, que hace percibir   en los grumos de colorido radiante, un fulgor  de joyas amontonadas y, entre sus destellos, el  color púrpura...
  


                                                          
              ;   



1963.-A comienzos de los años 60 Twombly da un giro en los temas y encuentra inspiración en una serie de asesinatos más o menos históricos, Juliano de Medici, Pompeyo,Patroclo... En 1963  pinta Nueve discursos sobre Cómodo. Los termina de pintar en diciembre y Kennedy  ha sido asesinado en noviembre. Pero antes ya el ambiente  mundial se ha ido tornando más sombrío. La crisis de los misiles en Cuba, las tensiones de la  Guerra Fría que pueden llevar a una solución nuclear, el tema de Vietnan que pronto desembocará en guerra...Otros artistas sufrieron cambios parecidos. Este contexto histórico difuso pero oprimente pudo actuar como catalizador cuando se pinta en el espacio que queda entre la vida y el arte
1964.-La serie de Cómodo se expuso por primera vez Nueva York en la galería de Leo Castelli en pleno auge del Arte Pop. Los comentarios de los críticos fueron demoledores. Entre ellos Lawrence Campbell  los rechazó como una baratija para turistas. También los artistas: el escultor Donald Judd consideró las pinturas de Twombly un fracaso. "No hay nada  en esas pinturas" y el mismo Leo Castelli se refirió posteriormente a la exposición diciendo  que las pinturas no le habían gustado mucho.Fue difícil abrirse paso, ser reconocido, o mejor comprendido porque  unos años después, pero recientemente, todo son retrospectivas, homenajes y reconocimientos. 
                                                   ***

El Emperador Cómodo (161-192)  protagonizó uno de los muchos periodos sangrientos  que atravesaron la Historia de Roma.  Sus doce años en el poder estuvieron marcados por la crueldad, la locura y el asesinato. Tiránico, sádico, morboso  e inestable con él se inicia el declive del Imperio Romano que aunque  había llegado a su máxima expansión --sus fronteras N-S. se situaban entre Escocia  y el Sahara y E-O. entre el Atlántico y Mesopotamia--   tenía problemas profundos económicos y sociales. El nuevo emperador participaba en las luchas de gladiadores y se creía un nuevo  Hércules,y así se hizo retratar .Las conspiraciones contra su persona que provocó con su arbitrariedad y crueldad le hicieron además  suspicaz y desconfiado. Ordenó asesinatos,vendió cargos, creó patricios, nombró senadores y acumuló enormes riquezas. El 31 de diciembre del años 192, cuando se disponía a presentarse en el Senado revestido con los atributos de Hércules fue asesinado.

Lo sorprendente  de la historia de Cómodo y que la hace todavía más terrible es que era hijo de Marco Aurelio, el emperador filósofo que había gobernado Roma con sabiduría y se había preocupado personalmente de que su hijo recibiera  la mejor  educación   de los mejores maestros. Ese es el punto de partida.Por ello  Twombly en Parte I con la retícula  y sus torbellinos blancos parece - es una interpretación-  aludir  a estos orígenes de racionalidad e inocencia.

Relacionados:
-Cy-TWOMBLY Percepciones Sensaciones Emociones
-Marco Aurelio -Emperador y filósofo- vive aquí
-Rauschenberg: un artefacto fluvial en blanco y negro

domingo, 3 de febrero de 2013

TOMAS TRANSTRÖMER/ "alcanzar el mismo poema"

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"No hay nada tan improbable como que dos idiomas logren alcanzar el mismo poema"  Karl Kraus
                                                                                  ***

Pero una vez sabido que la poesía es intraducible y en mucha mayor medida que la prosa por su precisión y exactitud, y porque también es música y ritmo y porque en versos de Pere Gimferrer " El poema tiene un tema sólo:/ cómo dice otra cosa la palabra"...,el  gran poeta  Tomas Tranströmer ofrece un punto de vista  asumible  para  lectores de poesía. 

En Bálticos y otros poemas, Francisco J. Uriz en NOTA DEL TRADUCTOR recuerda cómo el poeta sueco encuentra lógico que existan diferentes versiones de los poemas y cita sus palabras:
" hay dos maneras sensatas de contemplar la traducción de un poema. Se puede considerar la traducción como una propuesta, uno de los muchos aspectos del texto original. Otra es ver un poema traducido como un poema independiente " 
Y F.J.Uriz, añade: "Tal vez estas nuevas traducciones, estas propuestas, puedan llevar a un conocimiento más profundo, o simplemente diferente de la obra de este gran poeta o a estimular el interés por ella."
Y termina la nota citando el comienzo del discurso  que TRANSTRÖMER escribió para  recibir el Nobel:
"Quiero dirigir un agradecimiento especial a todos los traductores que trabajan tan duro por tan escasa remuneración. Curiosidad y compromiso son vuestra motivación. Debería llamarse amor -la única base verdadera para traducir poesía"                                                   
["Gracias Tomas por existir", finaliza  el traductor agradecido a la comprension del poeta por el trabajo esforzado, mal pagado y poco reconocido  y comprendido de los buenos traductores.]


Dos traducciones de un  mismo   poema de Tomas Tranströmer ponen en evidencia  la  cualidad de propuesta que puede ser la traducción; cada una de ellas es una distinta aproximación al poema original que invita a reflexionar y elegir.

Los utilizados son fragmentos de poemas largos, LA GALERÍA, AL AIRE LIBRE,  y  SCHUBERTIANA,  que representa  bien la capacidad del poeta sueco para trasformar el pensamiento en  imágenes  iluminadoras.




LA GALERÍA

Ocurre pero pocas veces

que uno de nosotros ve de verdad al otro:

una persona se muestra un instante

como en una fotografía pero con más claridad
y al fondo
algo que  es más grande que su sombra.

Él está de cuerpo entero delante de una montaña.

Es más una concha de caracol que una montaña.
Es más una casa que una concha de caracol.
No es una casa pero tiene muchas habitaciones.
Es impreciso pero grandioso.
Él crece de eso, y eso de él
Es su vida, es su laberinto.


Traducción de F.J.Uriz, Bálticos y otros poemas,Visor,2012
                                                                             
                                                                               

LA GALERÍA

Pasa, aunque pocas veces,

que uno de nosotros ve realmente al otro:

un instante se muestra una persona

como en una fotografía, pero más claramente,
y detrás de ella,
hay algo que es más grande que su sombra.

Él está de cuerpo entero frente a una montaña.

Es más un caparazón de caracol que una montaña.
Es más una casa que un caparazón.
No es una casa pero tiene muchos cuartos.
Es borrosa pero imponente.
Él crece de eso, y eso crece de él.
Es su vida, es su laberinto.

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Traducción: Roberto Mascaró, Deshielo a mediodía, Nórdica.2011

AL AIRE LIBRE

                                                3

El sol quema. El avión vuela a baja altura
proyectando una sombra en forma de gigantesca cruz que corre
vertiginosa por el suelo.
Hay  un hombre sentado en el campo hurgando en algo.
Llega la sombra.
Durante una fracción de segundo él está en mitad de la cruz.
He visto la cruz colgada en frescas bóvedas de iglesia.
A veces semeja una imagen instantánea
de algo en brusco movimiento.

F.J.Uriz, Visor


EN LO LIBRE

                                                3
El sol quema.  El avión va a baja altura
y  proyecta una sombra en forma de gran cruz que anda veloz
sobre la tierra.
Un hombre está en el campo cavando.
Llega la sombra.
Durante milésimas  de segundo está en el medio de la cruz.

He visto cruces que cuelgan en frescas bóvedas de iglesia.

A veces parecen vistas instantáneas
de algo que se mueve rápidamente
                                                    
R.Mascaró, Nordica,


                                         ***
SCHUBERTIANA
                                          I
En la oscuridad de la noche en un lugar fuera de Nueva York,
un observatorio donde con una sola mirada se pueden
abarcar los hogares de ocho millones de personas.
La gigantesca ciudad a lo lejos es un largo montón parpadeante,
una galaxia espiral vista desde un lado.
En el interior de la galaxia se empujan tazas de café por el
mostrador, los escaparates piden limosna a los paseantes,
un enjambre de zapatos que no dejan huella.
Las trepadoras escaleras de incendios, las puertas del ascensor que
se cierran  deslizándose, detrás de puertas con cerraduras de
seguridad un constante oleaje de voces.
Cuerpos desmadejados dormitan en los vagones del metro,
las vertiginosas catacumbas.
Sé también -sin toda esa estadística- que justo ahora están
tocando a Schubert en alguna habitación por ahí y que para
alguien esos tonos son más reales que todo lo demás.
                                           II
Las extensiones sin fin del cerebro humano se han arrugado hasta
el tamaño de un puño.
En abril la golondrina regresa al nido del año pasado bajo el
canalón de justo este granero en justo este municipio.
Viene volando desde Transvaal, pasa el ecuador, seis semanas de
vuelo sobre dos continentes, dirigiéndose precisamente a ese
punto minúsculo en la masa de la tierra.
Y el que capta las señales de toda una vida en unos acordes
bastantes corrientes de cinco instrumentos de cuerda
el que hace pasar un río a través del ojo de una aguja
es un joven gordo de Viena, al que sus amigos llaman "La seta"
que dormía con las gafas puestas,
y llegaba puntual a su pupitre por la mañana.
con lo que los maravillosos ciempiés de las notas musicales
se ponían en  movimiento.

Traducción:F.J.Uriz, Visor, 2012

SCHUBERTIANA
                                         I                  

En la oscuridad de la noche en un lugar en las afueras de New

York, un punto de observación desde donde se puede, con
una sola mirada, abarcar ocho millones de hogares humanos.
La enorme ciudad a lo lejos en un montículo vibrante, una galaxia
espiral vista desde un costado.
Dentro de la galaxia se deslizan las tazas de café sobre la barra, las
vitrinas mendigan a los que pasan, una maraña de zapatos
que no dejan huella alguna.
Las escaleras de incendio que trepan, las puertas de ascensor
que se unen resbalando, tras las puertas con cerradura de
seguridad, un continuo diluvio de voces.
Cuerpos caídos duermen a medias en los vagones del metro, las
catacumbas que se cruzan a toda velocidad.
También sé -sin ninguna estadística- que ahora mismo alguien
toca Schubert en alguna habitación a lo lejos  y que, para
alguno, esos tonos son más reales que los demás.
                                       II
Las anchuras interminables del cerebro humano están encogidas
hasta ser del tamaño de un puño.
En abril vuelve la golondrina a su nido del año pasado, bajo
el canal del tejado, precisamente en el mismo granero,
exactamente en esa granja.
Vuela desde Transvaal, pasa el Ecuador, vuela durante seis
semanas sobre dos continentes, se dirige exactamente
 hacia ese punto que desaparece en la masa terrestre.
Y el que atrapa las señales de una vida entera en algunos acordes
bastante banales con cuatro cuerdas,
ese que hace un río correr a través del ojo de una aguja
es un señor gordito, juvenil, de Viena, llamado por los amigos
"El hongo"; el que dormía con las gafas puestas
y estaba puntual junto al púlpito por la mañana.
Con lo cual los maravillosos ciempiés de la notación musical se
ponían en movimiento.

Traducción: R. Mascaró, Nordica,2011

Tomas TranströmerBálticos y  otros poemas, Visor 2012
Tomas Tranströmer, El cielo a medio hacer, Nórdica Libros, 2010
Tomas Tranströmer, Deshielo a mediodía, Nórdica Libros, 2011

Links:
TRANSTRÖMER VERMEER
Tomas Tranströmer "Visión de la Memoria"